Es una pena no poder recordar su nombre, para titular esta historia tenía que recordar su nombre, pero lo perdí.
Sospechaba entonces que dejaba de ser un niño.
Su delgadez me hacía pensar siempre en el frío que sentiría al ir al colegio de mañana, con su pequeña falda gris dejaba al viento acariciar sus blancas rodillas y esa blusa blanca vaya que blusa.... que tanto me gustaba mirar, no había duda, seria con ella que comenzaría el camino largo y tortuoso que solo termina con la muerte: las historias de amor.
Tenía ella una amiga que para mi suerte, era amiga mía, bueno, al menos me saludaba al verme pasar, pero a mis 14 años eso era más que suficiente para llamarla mi amiga, tal vez algún día me la presentaría, tal vez podría usarla como mensajera y así poder al fin tener algún contacto...para que sepa mi nombre aunque se le olvidara después, entonces así podría acompañarla al colegio, prestarle mi chompa, llevar su bolso, conocer su colegio y sobretodo convencerla a que falte a clases por mí.
Pero la maldita timidez, el miedo a lo desconocido, el terror de quedar como un niño intentando ser un jovenzuelo avivado, me hacían desertar en mi intento por hablarle.... intente acercarme muchas veces inventando una coincidencia pero estando muy cerca el aroma de su champú, me hacía temblar los labios, me sudaban las manos, se distorsionaba mi visión y me transformaba en una roca inútil.
Apenas sabia su nombre, que había cumplido quince años, sin fiesta, sin galán....
Hacia frío, era diciembre en lima ya el verano había llegado pero esa noche era nublada y llovía, después del chocolate lo primero que quería hacer era ir a buscarla, ya era tiempo de asesinar a ese niño inútil con cara de roca, era hora de presentarme, decirle que por ella podría dejar la escuela, abrigarle las rodillas mientras camine, pedirle que sea mi chica y comenzar a vivir.
Era diciembre, hacia frio, ya no llovía, pero dentro de mí se desato la tormenta. Al llegar a su puerta ahí estaba el, mucho más grande, mucho más blanco, montado en una enorme bicicleta, no hacía falta preguntar quién era, ella abrió la puerta, sonrió mostrando todos sus dientes perfectos, le brillaban los ojos como me brillaban a mi cada vez que contemplaba su blanca blusa.
Y lo beso.
Ver sus enormes manos en su estrecha cintura, fue sentirme invalido, que mis cobrizos dedos ya no tendrían opción alguna de tocarla jamás. Verla a ella como con sus pequeñas y delgadas manos acariciaban su cabeza hizo que la mía diera vueltas, que sintiera un agujero en el estómago, que me duela el alma por primera vez.
Y se fueron...se subieron a la enorme bicicleta, desaparecieron entre la niebla que deja la lluvia cuando se va, dolía imaginar que irían a un lugar tranquilo para poder besarse. El camino de regreso a casa era largo, y volvía a llover, seguiría siendo un niño con cara de roca para siempre...
Ella nunca supo que fue mi primera ilusión, mi primera herida, mi primer amor incompleto, la primera derrota de un juego que hasta ahora no se jugar.
Es curioso, pero ya no recuerdo ni su nombre, pero el aroma del champú en su cabello es algo que hasta ahora no puedo borrar...