
Apropósito, falta poco mas de un año para llegar a los 30 años de edad, pero todavía recuerdo, aun, el tono de mi voz de aquella despedida. Pase esos últimos meses angustiado por aquel cumpleaños numero 18, aun recuerdo bien como me sentí de destrozado (y como lo pude disimular) la pasaría solo, sabia que existiría ese momento, sabia que no lo iba a poder evitar.
Aun tenia 17 y me sentía como un niño de 15, tenia miedo, tanto miedo, y amargura, no pude escapar.
Aun tenia 17 y me sentía como un niño de 15, tenia miedo, tanto miedo, y amargura, no pude escapar.
Llegue a casa esa noche, no comí, no mire a mi madre, no quería ver a mi padre; subí a mi habitación puse a sonar el cassette de Pedro Suárez vertis, y me acoste a llorar, tenia 17 años, deseaba tener 15, odiaría el día en que cumpliría 18. No pude dormir esa noche, tenía tanto miedo, tanto que no pude soñar.
Aun no amanecía y la vos fuerte de mi padre me despertó, (al final pude dormir, pero no soñar), aun no amanecía y ya me tenía que ir. Mi madre dormía, mi padre detrás de su ventana solo atino a decirme que me mantuviera tranquilo.
Salí de casa, en el bus era un zombie adolescente, confundido y extraviado, queria extraviarme tanto, pero llegue a chorrillos, estaba amaneciendo, y ese filudo olor a brisa de mar y pescado que hasta ahora me pone nervioso , melancolico y me lastima, me recibió. Antes de mí ya había unos ocho chicos, todos con la misma mirada de tristeza, el color de nuestras ropas no encajaba en lo verde intenso del lugar, nos formaron a una sola fila y comenzaron a mirarnos como presas, como sacos para golpear. Aun no era el momento decían, tenían que esperar.
La primera noche fue la peor noche de mi corta vida hasta ese momento, simplemente no dormí, nadie durmió al final, nos robaron, nos golpearon, nos humillaron, nos escupieron y no entendíamos, al menos yo no entendía el porque, ¿la guerra? ¿Esa era la razón? ¡Que guerra¡, no existía nada. Solo niños llorando, solo jóvenes con miedo, solo peruanos golpeándose entre si ¿para que?
Llegue a desplomarme un momento, mire la única luz roja que iluminaba la cuadra, y fue entonces que comprendí que tenia que hacerme la idea de que de ahí no iba a salir, tenia que ser fuerte, mostrarme valiente, y trate de que fuese así.
Debajo del catre sobre el cemento frío y encerado; un niño unos días más antiguo, me decía que este era un sueño y que como todo sueño tiene que terminar alguna vez, deberíamos ser valientes y que tendriamos que acostumbrarnos.
A mí me gustaba escribir, y no tenia donde hacerlo, tenia tantas cosas que quería escribir a rabiar, a modo de desfogue, pero no pude hacerlo, y hasta ahora me arrepiento ¿donde conseguir un lapicero?, ¿Dónde obtener un papel, un cartón, lo que sea, no había nada, todo era tierra y paredes verdes, pasadizos oscuros, torreones blancos, y miles de miradas , la mitad triste, la mitad rabiosa.
Pasaron las semanas, los días, y no sabia de nadie, (solo mi madre, solo mi padre) ningún cómplice vino a verme, no sabia de nadie que me ayudara a salir, no recordaba si deje mi cama tendida, si deje la luz prendida de mi habitacion o si alguien lloro talvez esa tarde, no lo se.
28 de julio del 97, 3: 45 de la madrugada, el grito de siempre nos despertó, 2 segundos para estar listos, 5 segundos para estar todos uniformados, en fila y con la taza de aluminio en la mano, 1 minuto para terminar el desayuno sobre la marcha (un pan de piedra y agua con cocoa y si estaba dulce se debía nose si a la buena o mala suerte de ser ultimos, pues el poco azucar se posaba al fondo siempre) 3:50 de la madrugada, ya todos estábamos listos para correr, casi 600 niños, se olvidaban por unos kilómetros que tenían una casa que extrañar, comenzaban los cánticos de guerra, y los gritos de todos nosotros hacían retumbar las paredes, ¡...a correr...¡ ¡...hasta llegar al mar...¡ las botas se convertían al cabo de unos kilómetros en aeroplanos, y ya casi nada faltaba para sentir la sensación de volar, se que nunca me sentí parte de ese lugar, o que me gustara el uniforme, pero como me gustaba volar. Y volé.
29 de julio del 97, 3:45 de la mañana, paso mi cumpleaños y no me había dado cuenta, tal vez mis pesadillas fueron tan negras que no me dejaron ver, cuando vuelas, el tiempo no importa, no importa recordar que un día como hoy naciste.
Aun no amanecía y la vos fuerte de mi padre me despertó, (al final pude dormir, pero no soñar), aun no amanecía y ya me tenía que ir. Mi madre dormía, mi padre detrás de su ventana solo atino a decirme que me mantuviera tranquilo.
Salí de casa, en el bus era un zombie adolescente, confundido y extraviado, queria extraviarme tanto, pero llegue a chorrillos, estaba amaneciendo, y ese filudo olor a brisa de mar y pescado que hasta ahora me pone nervioso , melancolico y me lastima, me recibió. Antes de mí ya había unos ocho chicos, todos con la misma mirada de tristeza, el color de nuestras ropas no encajaba en lo verde intenso del lugar, nos formaron a una sola fila y comenzaron a mirarnos como presas, como sacos para golpear. Aun no era el momento decían, tenían que esperar.
La primera noche fue la peor noche de mi corta vida hasta ese momento, simplemente no dormí, nadie durmió al final, nos robaron, nos golpearon, nos humillaron, nos escupieron y no entendíamos, al menos yo no entendía el porque, ¿la guerra? ¿Esa era la razón? ¡Que guerra¡, no existía nada. Solo niños llorando, solo jóvenes con miedo, solo peruanos golpeándose entre si ¿para que?
Llegue a desplomarme un momento, mire la única luz roja que iluminaba la cuadra, y fue entonces que comprendí que tenia que hacerme la idea de que de ahí no iba a salir, tenia que ser fuerte, mostrarme valiente, y trate de que fuese así.
Debajo del catre sobre el cemento frío y encerado; un niño unos días más antiguo, me decía que este era un sueño y que como todo sueño tiene que terminar alguna vez, deberíamos ser valientes y que tendriamos que acostumbrarnos.
A mí me gustaba escribir, y no tenia donde hacerlo, tenia tantas cosas que quería escribir a rabiar, a modo de desfogue, pero no pude hacerlo, y hasta ahora me arrepiento ¿donde conseguir un lapicero?, ¿Dónde obtener un papel, un cartón, lo que sea, no había nada, todo era tierra y paredes verdes, pasadizos oscuros, torreones blancos, y miles de miradas , la mitad triste, la mitad rabiosa.
Pasaron las semanas, los días, y no sabia de nadie, (solo mi madre, solo mi padre) ningún cómplice vino a verme, no sabia de nadie que me ayudara a salir, no recordaba si deje mi cama tendida, si deje la luz prendida de mi habitacion o si alguien lloro talvez esa tarde, no lo se.
28 de julio del 97, 3: 45 de la madrugada, el grito de siempre nos despertó, 2 segundos para estar listos, 5 segundos para estar todos uniformados, en fila y con la taza de aluminio en la mano, 1 minuto para terminar el desayuno sobre la marcha (un pan de piedra y agua con cocoa y si estaba dulce se debía nose si a la buena o mala suerte de ser ultimos, pues el poco azucar se posaba al fondo siempre) 3:50 de la madrugada, ya todos estábamos listos para correr, casi 600 niños, se olvidaban por unos kilómetros que tenían una casa que extrañar, comenzaban los cánticos de guerra, y los gritos de todos nosotros hacían retumbar las paredes, ¡...a correr...¡ ¡...hasta llegar al mar...¡ las botas se convertían al cabo de unos kilómetros en aeroplanos, y ya casi nada faltaba para sentir la sensación de volar, se que nunca me sentí parte de ese lugar, o que me gustara el uniforme, pero como me gustaba volar. Y volé.
29 de julio del 97, 3:45 de la mañana, paso mi cumpleaños y no me había dado cuenta, tal vez mis pesadillas fueron tan negras que no me dejaron ver, cuando vuelas, el tiempo no importa, no importa recordar que un día como hoy naciste.
Y así deje de ser niño para los papeles, así pase las primeras semanas en un cuartel donde jamás voy a regresar. Los siguientes meses fueron de un matiz negro, gris y blanco, pero esa es otra historia que por ahora no puedo contar.